Es imposible no enamorarte de los buñuelos de cuaresma – esos dulces fritos, aromatizados con anís y rebozados en azúcar. Y es imposible no preguntarte qué tiene que ver algo tan bueno y tan poco austero (sobretodo en cuanto al colesterol) con la cuaresma.
Los buñuelos brillan en los escaparates de las pastelerías de toda al cuidad los miércoles y los viernes y ves la gente por la calle comiéndoselos de bolsitas grasientas y limpiándose las manos en los pantalones (pensaban que no les veías.) Antes, solo se encontraban durante cuaresma (de ahí el nombre, porque si no, tendrían que llamarse buñuelos de otra cosa.)
Pero mucha gente debe haberse enamorado de ellos, porque ahora muchas pastelerías los tienen durante todo el año. ¿Pero y si nos cansamos? ¿Y si se nos olvida que marcan el paso del año durante esa época horrorosamente larga entre Reyes y Semana Santa, cuando no hay ni un día festivo? Demasiado de algo bueno puede ser demasiado en este caso. (Lo siento Mae.)